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miércoles, 27 de junio de 2012

Roberto Arlt y sus Aguafuertes porteñas

Por MB Canonico

Un cronista transgresor, ácido, crítico. Según Osvaldo Soriano, Roberto Arlt fue quien supo darle cuerpo literario a Buenos Aires en la década del ’30. Sus Aguafuertes porteñas, publicadas en el diario El Mundo entre 1928 y 1933, son consideradas un clásico de la lectura argentina.
     Arlt describía las calles de Buenos Aires desde adentro, en primera persona. Sus personajes reflejaban a las clases populares porteñas de la época. Sus crónicas se caracterizaron por adentrarse en lo cotidiano y por tener una reflexión constante sobre la condición humana.
     Nació en el barrio de Flores el 26 de abril de 1900. Tuvo una infancia difícil. A los 10 años dejó el colegio y en 1916 abandonó su hogar por la insostenible relación que mantenía con su padre. Su mamá fue quien le inculcó el gusto por la lectura. Tuvo una formación autodidacta, las novelas del escritos ruso Fedor Dostoievski fueron una gran influencia para el.
     En 1918 publicó Jehová, su primer cuento, y Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, en la Revista Popular. Gracias a la ayuda de Ricardo Güiraldes, en 1928 salió a la venta su primera novela: El juguete rabioso. Más tarde aparecerían El jorobadito, Los siete locos y Los lanzallamas.
     También se dedicó a escribir obras de teatro junto a Leónidas Barletta. Las más conocidas fueron: Trescientos millones, piedra de fuego, Saverio Cruel, El fabricante de fantasma, La isla desierta, entre otras.
     A pesar de sus errores sintácticos a la hora de escribir, Roberto Arlt logró llegar a la gente con sus historias, que aún en la actualidad –casi a 70 años de su desaparición física- siguen vigentes.

Aguafuertes porteñas
Las Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt son un fiel reflejo de la sociedad porteña de la década del ’30. Aparecieron por primera vez el 9 de mayo de 1928 en el diario El Mundo en una columna que el periodista y escritor publicaba a diariamente.
     Estas breves crónicas surgieron a partir de la capacidad que tenía Arlt para describir aquellos detalles de la realidad que escapaban de la visión cotidiana. Haciendo uso del lenguaje lunfardo, logró caracterizar a los típicos personajes de la ciudad –como “el hombre que se tira a muerto”, “el hombre corcho, “la muchacha del atado”- y esclarecer el significado de términos mal empleados como squenun y fiacún.
     Si bien las aguafuertes fueron escritas en un contexto determinado –la presidencia de Hipólito Yrigoyen y la Décda Infame-, quien las lee en la actualidad puede percibir de igual manera lo que el autor quería transmitir. Por medio de sus descripciones, una puede trasladarse a la época y captar la esencia de la ciudad y sus personajes. Aguafuertes porteñas es uno de esos libros que no pueden faltar en la biblioteca de todo periodista.