martes, 26 de junio de 2012

Distribución del ingreso en Argentina 1975-2001

Por MB Canonico


Para medir la repartición de la riqueza generada en una sociedad capitalista, el método de Distribución Funcional del Ingreso (DFI) divide a los agentes de un país y los categoriza según el rol que desempeñen en el proceso productivo: trabajadores (asalariados) y capitalistas.
     Dicho proceso, se lleva a cabo en la empresa, donde el asalariado trabaja bajo las órdenes del capitalista, haciendo uso de los medios de producción que éste le provee. Como resultado se obtiene una mercancía que el empresario vende en el marcado, obteniendo dinero a cambio. Con parte del dinero adquirido, el capitalista debe pagar el salario del trabajador, reponer los costos de la materia prima y las depreciaciones de los medios de producción utilizados. Con otra parte deberá abonar impuestos; mientras que lo restante será para su consumo y la reinversión de la ganancia como capital. El sustento de la inversión productiva, que permite que haya crecimiento económico, se denomina superávit bruto de explotación (SBE).
     Volviendo a la medición de la distribución de las riquezas, el DFI indica la participación de la masa salarial total en el ingreso que puede ser distribuido. Por su parte, el PBI representa el flujo de la nueva riqueza que generó un país, que vendría a ser la suma de todos los salarios y el SBE. Para calcular el porcentaje de ganancias que recibe cada grupo, se utiliza la siguiente ecuación: 100= Salarios/PBI + SBE/PBI.
     En el periodo comprendido desde 1975 hasta 2001, en Argentina, la participación asalariada en el ingreso del país, es descendente. En 1975, a partir las políticas de ajuste del “Rodrigazo” y la política económica de la última dictadura militar, la distribución del ingreso al sector de los trabajadores fue desfavorable como nunca antes. En el ’75 cayó 5 puntos porcentuales, mientras que en 1976 –con el congelamiento salarial en medio de un contexto inflacionario y de represión a la lucha obrera- se redujo 15 puntos porcentuales. Durante la segunda mitad de la década del 70, la participación salarial se recuperó y llegó a un 42 por ciento.
     En los ’80, de la mano de la devaluación y de la crisis que trajo aparejada la Guerra de Malvinas, bajó la apropiación asalariada: según la FIDE, entre 1980 y 1982, 5 puntos porcentuales; mientras que para el BCRAP-CEPAL, el descenso llegó los 10pp. Luego, con la vuelta de la democracia, se produjo una recuperación hasta 1986. Sin embargo, no es posible comparar los resultados con la década precedente, ya que la serie de FIDE termina en 1982 y la de BCRA-CEPAL empieza en 1980. Igual, se puede verificar que el valor final es menor que el del inicio.
     En el último período del gobierno radical de Raúl Alfonsín y el inicio del de Carlos Menem, no hay datos disponibles. Sin embargo, debido a la hiperinflación que comenzó en el ’89 y se detuvo a dos años de la asunción de Menem como presidente, se estima que la participación de los asalariados en la distribución del ingresa disminuyó intensamente.
En 1993, la participación salarial alcanzó un 40 por ciento. Con respecto a ese año, todas las series muestran una intervención de los trabajadores mucho más alta que en la década anterior. Entre 1993 y 1997, el sistema de cuentas anunció una baja de 5 puntos porcentuales; el BCRA, 4pp. Según la serie del CEPED, entre 1993 y 2002, la participación cayó  8 puntos porcentuales. Mientras que de 1997 a 2001, creció 1 y 5 puntos porcentuales, alcanzando 34 y 38 por ciento, dependiendo de la serie observada. El aumento fue consecuencia de la caída del producto de mayor proporción en relación a la disminución del salario medio y el aumento de la desocupación.
     Por otra parte, mientras que el SBE se mantuvo como  una proporción creciente del PBI, la inversión bruta interna fija (IBIF), representó el 20 por ciento del PBI. Entonces, se podría decir que la diferencia entre los ingresos que perciben los trabajadores y los que reciben los capitalistas no es justa y necesaria, ya que entre 1975 y 2001, no hubo un crecimiento económica a través de la inversión que fuera acorde a las ganancias empresariales.

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