Un cronista
transgresor, ácido, crítico. Según Osvaldo Soriano, Roberto Arlt fue quien supo
darle cuerpo literario a Buenos Aires en la década del ’30. Sus Aguafuertes porteñas, publicadas en
el diario El Mundo entre 1928 y 1933,
son consideradas un clásico de la lectura argentina.

Nació en el barrio de Flores el 26 de abril
de 1900. Tuvo una infancia difícil. A los 10 años dejó el colegio y en 1916
abandonó su hogar por la insostenible relación que mantenía con su padre. Su
mamá fue quien le inculcó el gusto por la lectura. Tuvo una formación
autodidacta, las novelas del escritos ruso Fedor Dostoievski fueron una gran
influencia para el.
En 1918 publicó Jehová, su primer cuento, y Las
ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, en la Revista Popular. Gracias a la ayuda de Ricardo Güiraldes, en 1928
salió a la venta su primera novela: El
juguete rabioso. Más tarde aparecerían El
jorobadito, Los siete locos y Los lanzallamas.
También se dedicó a escribir obras de
teatro junto a Leónidas Barletta. Las más conocidas fueron: Trescientos millones, piedra de fuego,
Saverio Cruel, El fabricante de fantasma, La isla desierta, entre otras.
A pesar de sus errores sintácticos a la
hora de escribir, Roberto Arlt logró llegar a la gente con sus historias, que
aún en la actualidad –casi a 70 años de su desaparición física- siguen
vigentes.
Aguafuertes
porteñas
Las
Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt son un fiel reflejo de la sociedad porteña
de la década del ’30. Aparecieron por primera vez el 9 de mayo de 1928 en el
diario El Mundo en una columna que el periodista y escritor publicaba a
diariamente.
Estas breves crónicas surgieron a partir de
la capacidad que tenía Arlt para describir aquellos detalles de la realidad que
escapaban de la visión cotidiana. Haciendo uso del lenguaje lunfardo, logró
caracterizar a los típicos personajes de la ciudad –como “el hombre que se tira
a muerto”, “el hombre corcho, “la muchacha del atado”- y esclarecer el
significado de términos mal empleados como squenun y fiacún.